El próximo paso de la Inteligencia Artificial está a punto de lograrse

Los avances en la Inteligencia Artificial (IA) son en muchos casos asombrosos, aunque hay que reconocer que siempre están limitados por el dominio en el que actúan, es decir, son por ejemplo programas estupendos para jugar ajedrez o el juego oriental Go, o bien, son extraordinarios para reconocer objetos que aparecen en fotografías. La pregunta que ahora se hacen los científicos es si se puede dar un nuevo salto tecnológico enseñándoles a las máquinas que se den cuenta de su entorno.
Una nueva base de datos llamada Visual Genome podría llevar a las computadoras a este gran salto tecnológico y ayudar así a las máquinas a entender el mundo real de mejor manera. Enseñarle a las computadoras a comprender escenas visuales es muy importante en el campo de la IA. Y no es solamente un problema de algoritmos de visión por computadora, sino el buscar cómo hacer para entrenar a las computadoras para comunicarse más efectivamente pues es claro que el lenguaje parece estar íntimamente ligado con el mundo físico.
Visual Genome fue desarrollado por Fei-Fei Li, un profesor especializado en visión por computadora y quien dirige actualmente el laboratorio de IA de Stanford.Li y sus colegas habían creado antes imageNet, una base de datos que contiene más de un millón de imágenes que están etiquetadas por su contenido. Cada año hay un reto llamado ImageNet Large Scale Visual Recognition Challenge, que prueba la capacidad de los programas para reconocer automáticamente el contenido de las imágenes.
En el 2012 un equipo lidereado por Geofrey Hinton, de la Universidad de Toronto, construyó una poderosa red neuronal que podía categorizar las imágenes de forma mucho más precisa que cualquier programa antes escrito. La técnica usada, conocida ahora como “aprendizaje profundo”, involucra alimentar con miles de millones de ejemplos en muchas redes neuronales de varias capas, de forma que gradualmente entrenen cada una de estas capas de neuronas virtuales para responder a las características abstractas que a todo esto, son muchas y variadas, desde la textura de la piel de un perro, hasta la forma del mismo.
Los algoritmos para entrenar los ejemplos de Visual Genome podrían hacer mucho más que reconocer objetos y podrían eventualmente tener la capacidad de analizar escenas visuales más complejas. Por ejemplo, “estás sentado en tu oficina pero… ¿cómo están las cosas ordenadas en la misma, qué personas están, qué hacen, qué objetos hay alrededor, qué eventos están pasando?”, comenta Li. “Estamos tratando de entender el lenguaje porque es la forma de comunicarnos no solamente asignarnos números a los pixeles. Se necesita conectar la percepción y la cognición al lenguaje”, indica el investigador.
Es claro que nuevos algoritmos en la IA podrían organizar la clasificación de imágenes y se podrían tener robots que manejaran mejor los automóviles, que se dieran cuenta de las escenas que van ocurriendo a su alrededor, etcétera. Quizás se podría enseñar a las computadoras a tener sentido común, apreciando los conceptos que son físicamente posibles o bien, poco factibles.
Hay que señalar que Visual Genome no es la primera base de imágenes complejas accesibles a los investigadores para experimentar. Microsoft tiene su propia base de imágenes llamada Common Objects in Context, la cual muestra los nombres y posiciones de muchos objetos que pueden aparecer en las imágenes. Google, Facebook y otras empresas están aportando con nuevos algoritmos para poder procesar escenas visuales complejas. En una publicación científica del 2014, Google mostró un algoritmo que puede dar las etiquetas básicas para las imágenes, con niveles variados de precisión. Más recientemente Facebook mostró un sistema de preguntas y respuestas que puede responder a preguntas muy simples en las imágenes.
Por su parte, Aude Oliva, una profesora del MIT ha estudiado la visión humana y de computadoras y ha desarrollado una base de imágenes llamada Places2, la que contiene más de 10 millones de imágenes de diferentes escenas. Este proyecto busca inspirar el desarrollo de algoritmos capaces de describir la misma escena de diversas maneras, como lo hacen los seres humanos. Oliva dice que Visual Genome y otras bases similares podrán ayudar en la visión por computadora, pero cree que los investigadores de la IA necesitarán buscar su inspiración en la biología si quieren que las máquinas tengan capacidades similares a las de los humanos.
“Los humanos deciden e intuyen a partir de conocimiento, sentido común, experiencias sensoriales, memoria y ‘pensamientos’ que no son traducidos directamente en lenguaje escrito, hablado o texto”, indica Oliva. “Sin saber cómo el ser humano crea pensamientos, será difícil enseñar el sentido común y el entendimiento visual a un sistema artificial. Las neurociencias y las ciencias de las computadoras son dos lados de la misma moneda en la IA”, concluye.
¿Cómo saber si tus datos personales están en la Dark Web?

La Dark Web es una red alternativa a Internet, accesible usando Tor; como esta red garantiza un poco más de privacidad tanto para los visitantes como para los propietarios de las webs, es un lugar en el que la censura no existe, pero también un lugar propicio para el crimen.
En concreto, los hackers están aprovechando esta red para hacer negocios con sus hazañas, vendiendo datos personales o de inicio de sesión que han conseguido hackeando webs o por otras técnicas como phishing. Es en la Dark Web donde podemos encontrarnos 117 millones de contraseñas de LinkedIn, fruto del ataque de 2012 que la compañía no anunció de la manera más honesta posible. También podemos encontrarnos 32 millones de contraseñas de Twitter, e incluso datos médicos sacados de ataques a los servidores de hospitales.
En definitiva, si a lo largo de tu vida en Internet te has creado cuentas en todos lados, lo más probable es que tu contraseña y tus datos estén ahora mismo en la Dark Web; y como la mayoría aún usamos la misma contraseña en todos sitios, para cualquier atacante la Dark Web es un repositorio de contraseñas que puede probar en todos los servicios.
Es muy difícil protegerse ante esto, sobre todo porque tendrías que buscar estos sitios manualmente usando Tor, así que la compañía Terbium Labs ha presentado una alternativa, una aplicación web que se encarga de escanear los sitios conocidos de la Dark Web en los que se comparte información personal.
Se llama Matchlight, y funciona de manera sencilla. Después de crear una cuenta, tendremos acceso a un panel de control en el que podremos saber de un vistazo si se han encontrado coincidencias con nuestros datos en los últimos días.
Pero primero, tenemos que configurar qué información personal queremos buscar; para ello nos vamos a PII Records y creamos un nuevo grupo. A continuación vamos a crear un nuevo registro; si pulsamos en “New Record” podemos rellenarlo manualmente, pero también podemos importar los datos de un archivo CSV.
Si elegimos lo primero, aquí podemos rellenar los datos que queremos saber si están siendo compartidos; no los tenemos que rellenar todos, sólo el correo electrónico (ya que ese es el dato por el que los hackers identifican a los usuarios), pero como puedes ver, podemos meter hasta el número de teléfono o el número de la tarjeta sanitaria.
En Terbium Labs aseguran que los datos personales que introducimos no pasan por sus servidores, sino que nuestro navegador les pasa una función hash y sólo comunica el valor resultante (una especie de representación única de los datos) a la base de datos de Matchlight.
Una vez que hayamos configurado esta información, sólo tenemos que esperar a que los hashes sean enviados a los servidores y que estos revisen de manera periódica la Dark Web en busca de coincidencias.
Además, si creamos una cuenta de pago, podemos configurar alertas de documentos y código fuente, muy útil si crees que tu trabajo ha sido robado, y por último, si queremos hacer una búsqueda directa de términos, necesitaremos una cuenta Pro. Terbium Labs no ha anunciado cuánto costarán estos tipos de cuenta.
¿Los Nativos Digitales son parte de un mito?

Con apenas 4 años era capaz de desbloquear la pantalla de la tablet, con 8 se abrió su propio perfil de Facebook y con 12 tu hijo ya gestiona una cuenta de Instagram con cientos de seguidores. Vives con miedo a que aprenda a editar vídeos y, claro, te comunique su intención de ser youtuber. En la era digital se ha impuesto la idea de que existen 'nativos' de la tecnología, lo que hace zozobrar a los ‘inmigrantes’ atenazados por el miedo a la pérdida de control. Y especialmente cuando les toca ejercer de padres. Pero un libro viene a darles consuelo: en sus páginas se cuenta que la inestabilidad es solo aparente, que nadie nace aprendido y que quizá puedas enseñarle a tus descendientes más de lo que imaginas. De hecho, debes hacerlo, a riesgo de crear huérfanos digitales.
La idea de "Los Nativos Digitales no existen" le sobrevino a Susana Lluna, madre de dos hijos, cuando acudió a dar una charla sobre las nuevas tecnologías hace cerca de un año. "Eran unas jornadas sobre la relación entre los adolescentes y la tecnología a cargo de cinco profesionales relacionadas con Internet", recuerda. "Lo que más me impactó fue la pregunta de una madre al final de las charlas, que dijo que todo lo que habíamos explicado estaba muy bien, pero que ella tenía una hija de 17 años a la que no conseguía despegar del celular. Le pregunté si sabía qué hacía su hija con el teléfono, qué redes tenia y si ella estaba en esas redes. Su desconocimiento era absoluto y su rechazo, también", relata.
Fue entonces cuando se dio de bruces con la realidad: los padres están muy solos en el camino digital. A partir de entonces decidió que era necesario "concienciar, despertarles y decirles que sus hijos no dominan la tecnología, que son más bien patosos digitales y que es un error pensar que saben sacarle provecho".
Se propuso entonces desmontar estereotipos sobre el manejo digital. El primero de ellos, la propia existencia de los 'nativos'. "El propio Marc Prensky, quien fue el primero en utilizar la expresión, ha terminado por renegar de ella ya que se ha convertido en una especie de comodín", argumenta. Sí, son razonablemente hábiles usando las redes sociales como Snapchat o Instagram, y no tienen ningún problema a la hora de buscar vídeos en YouTube o Whatsapp. "Pero sácalos de ahí te encontrarás con serios problemas"", apunta.
Ahora es cuando alguien dice, "pero es que saben desbloquear la pantalla del iPad al minuto". Lluna es tajante al respecto: "En Internet hay vídeos de monos que manejan dispositivos con pantallas táctiles. ¿Esto les hace nativos digitales?. A continuación, un repertorio de tópicos que vale la pena ir abandonando en pos de prácticas saludables.
1) Hay una brecha digital entre padres e hijos
"Más que una brecha digital es una brecha de actitud por parte de algunos –demasiados– padres que creen que esto de las mal llamadas nuevas tecnologías no va con ellos", explica Lluna. Si los pequeños las utilizan a diario, conviene que los padres también lo hagan y los acompañen en su propia experiencia. Lo contrario suena a "ejercicio de irresponsabilidad".
2) Los niños no deberían tener celulares
Los celulares están aquí y no se van a marchar. "Negar a nuestros hijos su uso es negarles la posibilidad de formarse en el uso de una herramienta con la que van a convivir sí o sí y que tarde o temprano comenzarán a usar", argumenta la experta. En este sentido insiste en la necesidad de que lo hagan de nuestra mano y no 'a escondidas' con un amigo o cuando les regalen uno, situación que a veces se produce sin el permiso de los progenitores.
Luego está el debate de la edad. ¿Cuándo conviene darles su primer móvil? En este caso, no hay reglas fijas. "Todo depende del grado de madurez del niño", opina Susana. Quién mejor que su padre y su madre para valorarlo. "Si hemos acompañado a nuestros hijos desde que son pequeños mediante una navegación conjunta, lo más probable es que pronto estén preparados para utilizar un móvil de manera provechosa y responsable", considera ella.
3) Whatsapp perjudica la comunicación
Los adolescentes necesitan sentirse parte del grupo, lo que conocemos como sentimiento de pertenencia. Lo que antes hacían sentados en un banco de un parque, ahora lo hacen con Whatsapp desde el sofá. Lluna resta dramatismo a este sistema de comunicación constante. "Bien distinto es que no les eduquemos en el uso responsable de la mensajería, para que sepan que no elimina la comunicación en persona, sino que es un vehículo que la potencia", añade. Por tanto, Whatsapp sí, pero con sentido común.
4) No leen porque prefieren ver vídeos en Youtube
¿Y qué hay de malo en ver vídeos de Youtube? "Más allá de los youtubers que se dedican al ocio y al entretenimiento, hay otros que hacen reseñas de discos, películas o de libros, por poner solamente algunos ejemplos", dice la autora, quien considera que el niño lector no va a dejar de hacerlo "ni por Youtube ni por otro recurso de la red". Muy al contrario, señala la existencia de contenidos online que pueden motivarles en este y otros hábitos.
Juan García dice en un capítulo del libro: «Hablar con los niños de lo que hacen en Internet. Animar a los niños a explorar y aprender cosas por su cuenta en la red. Permanecer cerca cuando los niños usan Internet". De hecho, según los últimos estudios, sólo el 40% de los chicos de entre 13 y 16 años hacen actividades conjuntas con sus padres en la red. Y el porcentaje desciende al 30% en el caso de las chicas.
5) Hace falta una asignatura en el colegio
Las aulas deben incorporar las nuevas tecnologías, desde luego, ¿pero basta con soltar unas cuantas computadoras, tabletas y pizarras digitales en ellas? "Nosotros defendemos que no debe haber clase de informática, sino que las nuevas tecnologías se han de integrar en el currículum como una herramienta transversal", asegura la autora. Es una opinión compartida por las últimas directrices europeas. Como dice Anna Blázquez, otra de las autoras del libro, «educar en una sociedad digital, no significa introducir un iPad, una pizarra digital o un portátil en el aula y quedarnos con el modelo antiguo de enseñanza-aprendizaje».
6) Se deben limitar las horas de Internet
"¿Y las horas que pasan leyendo?", se pregunta Susana Lluna. "Sí, claro, no pueden estar todo el día en Internet. Igual que no pueden estar todo el día jugando con la videoconsola –o en la calle, ojo– o todo el día viendo la tele", argumenta. En cualquier caso, apuesta por marcar pautas de manera gradual y se muestra totalmente contraria al castigo. "Esa es una fórmula segura para que la próxima vez nuestro hijo o hija no acuda a nosotros", precisa.
7) ¿Y les pedimos las contraseñas de sus redes?
Es recomendable... pero cuando empiezan. Además resulta esencial el siguiente matiz: siempre pactándolo con ellos. "Es una manera de que podamos estar un poco más al tanto", explica Lluna, quien también considera un recurso interesante que nos agreguen a esas redes "para poder echar un ojo de vez en cuando". Lo que JAMÁS se debe hacer es reñirles en público. "Eso se hace en casa y a la cara", especifica.
¿Estamos entonces hablando de herramientas de control parental? "Nosotros nunca usamos la palabra de redes controladas; siempre decimos que lo que hemos de hacer los padres es abrir perfiles en estas para que, por lo menos, nos suenen", explica. "El objetivo es que cuando nuestros hijos nos cuenten algo de un youtuber o de un viner sepamos de qué nos están hablando", concluye, en un mensaje empedernido contra la demonización de Internet.

